sábado, 19 de agosto de 2017

Hace 15 días que emigré

Casi sin pensarlo, casi sin planearlo venía de vacaciones a Ecuador, como muchas veces lo he hecho durante 16 años, pero esta vez fue para quedarme, con dos maletas de 23 kilos y atrás dejé mi país, a mi papá, a mi hermano mayor, mi cuñada, mis sobrinas, el resto de mi familia quienes aun no se han ido, mi amiga de la infancia, mis cheerleaders y mis amigas de la universidad, para sólo comunicarme por un whatsapp.
Dejé mis fotos, mis libros, mi apartamento...tantas cosas de valor espiritual, pero a la vez dejé una angustia, una incertidumbre, un peligro inminente. Y me siento bien, pero a la vez muy extraña porque aunque aunque sí imaginaba que esto podría pasar, el no estar en mi país, de donde no quería salir, me hace sentir un hueco en mi alma y mi corazón, que no podré llenar con nada, a pesar de que estoy viviendo la linda experiencia, con mi amado esposo, de equipar una casa nueva, al gusto de los dos y crea nuestro hogar aquí, como unos recién casados.
No se cuándo volveré y no creo que vuelva para quedarme en tal caso, porque ya mi hijo mayor se fue a Europa y no quiere volver y los otros dos estarán aquí conmigo.
Al llegar siento que todo es familiar, tengo 16 años viniendo aquí y  nada es extraño para mí, hasta detrás de la casa donde voy a vivir está la montaña, como si El Ávila se hubiese venido conmigo.
Hace frío y eso me gusta e independientemente de la diferencias entre un país y otro, una manera de hablar o de comer de los habitantes de este país, este es el mejor lugar del mundo para mí, aparte de mi Venezuela amada, la que me hará sentir este hueco en el alma y el corazón...no se hasta cuándo.

Cuando todo esto pase

Veré de nuevo el sol brillar entre los ojos, la piel, los colores podré  caminar y hasta volar sintiendo la libertad de nuevo. Y en...